En Gradepunk como coloristas audiovisuales nos enfrentamos en nuestro día a día a numerosos procesos, pero, siendo honestos, nuestro sota, caballo y rey, siempre pasa por las correcciones primarias y secundarias: La base del etalonaje digital y por ende, ¡de nuestro curro!
Pero claro, ¿qué significa esto? ¿En qué se diferencian estos dos procesos?
Lo primero que hay que entender, es que la corrección de color primaria siempre es necesaria si trabajamos con archivos RAW de cámara, en logarítmico. Porque normalmente, nadie quiere ver sus proyectos sin ningún tipo de contraste, saturación, los negros levantados o con planos con unos valores diferentes de otros. Es decir, que, en algún momento, no solo tenemos que dejar las imágenes corregidas, sino que hay que igualarlas en el contexto de la pieza. Spoiler: no editamos una foto, editamos un vídeo.

Por ello, en la corrección de color primaria, se realizan ajustes globales a la imagen para corregir problemas de exposición, balance de blancos, contraste y saturación. DaVinci Resolve ofrece herramientas como el histograma, la rueda de color, ajustes de exposición y contraste, balance de blancos y control de saturación para lograr una corrección precisa.
Pero es que además, una vez se han hecho estos ajustes de forma individualizada plano a plano, luego tenemos que chequear que estos ajustes funcionan en continuidad, vamos, cuando le damos al “play”. Por ello, en esta corrección primaria se trabaja con cada plano y con el contexto: incluye siempre el igualado.
Por su parte, la corrección de color secundaria permite realizar ajustes selectivos en partes específicas de la imagen. Aquí es donde la cosa se pone interesante y donde nos sentimos más coloristas que nunca; precisamente porque es aquí donde vamos a buscar ese look que tanto os enamora del etalonaje digital.

Afinamos un poco los ojos y nos ponemos modo linces: trabajando herramientas como máscaras y selecciones, resaltando un objeto en particular o ajustar el color y el contraste en un área específica para crear una atmósfera concreta; las curvas y niveles, que permiten ajustar los tonos y las luces en tu imagen de manera más precisa y controlada. Con ellas puedes trabajar con las curvas RGB o con canales individuales, como rojo, verde y azul, para resaltar o atenuar tonalidades específicas; o la corrección y mejora del tono de piel, que es fundamental porque el rostro humano es un elemento prominente en muchas producciones audiovisuales, y debemos trabajarlo para lograr un aspecto natural y atractivo.

En definitiva, las correcciones secundarias requieren de una técnica mucho más quirúrgica y profesional, así como de un “ojo de colorista” que, al ver una imagen piense rápidamente en todas las posibilidades que tiene para hacer con ella: ¿le pega más una estética limpia y brillante? ¿debo dejar ese contraste tan duro en la piel de mis personajes? ¿hago que todos los rojos de mi pieza estén en unos determinados valores?

Son preguntas que como profesionales siempre nos debemos hacer, conocer qué tenemos y a dónde queremos llegar con nuestro trabajo y con tus ideas. Al fin y al cabo, muchas veces los coloristas somos ejecutores de sueños, capaces de trasladar del mundo de las ideas a la realidad las locuras cromáticas más variopintas. Y por eso, precisamente, somos unos artistas técnicos y polivalentes, humanos y cercanos, que aproximamos los sueños a la gente, tus ideas a nuestras salas.